FUNDACION TRAVESIA

Por Fernanda Goñi

“No es solo un problema de salud”: Impacto en las condiciones de vida«

A medida que el virus COVID-19 comenzó a extenderse por los territorios, la vida de niños y niñas fue cambiando drásticamente en todo el mundo. Si bien esta es una pandemia que ha generado una crisis de salud, también ha afectado la vida social y económica de los países. Como consecuencia, se han producido situaciones extremadamente desafiantes con especial impacto en poblaciones vulnerables. 

Lo que los niños están experimentando tiene que ver entonces con el riesgo de enfermedad, aislamiento, miedo, y en muchos casos pérdida de seguridad material y económica en sus hogares (CASEL, 2020; UNICEF, 2020). Ya en abril de este año UNICEF esperaba un aumento en millones de personas en situación de pobreza y pobreza extrema. Les preocupaba particularmente cómo esta crisis iba a interrumpir el acceso a servicios sociales como salud, alimentación, vivienda, acceso a agua potable e ingreso mínimo para sostener las necesidades básicas diarias. Así mismo, crecía la alerta por el riesgo que corrían los derechos de niñas y niños a una interacción social segura con la familia y la comunidad. Por ejemplo, niños migrantes y refugiados podían verse más expuestos a sufrir vulneraciones por aumentos en xenofobia (UNICEF, 2020). 

Estas nuevas condiciones en que se desenvuelve la vida de tantas niñas y niños es de particular relevancia cuando tenemos en cuenta que la misión de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (2020) está orientada precisamente a familias con mayor vulnerabilidad socioeconómica. JUNJI en su matrícula incluye niños de diversos contextos sociales, culturales y territoriales que ante la pandemia han visto exacerbados factores de riesgo como los indicados por UNICEF.  

Cierre de escuelas y jardines: Impacto en las condiciones de desarrollo y aprendizaje

Uno de los aspectos más visibles de las medidas de distanciamiento social ha sido el cierre de las escuelas e instituciones educativas y su traspaso a educación en línea. Con ello la pandemia no solo impacta en las condiciones generales de vida sino también tiene consecuencias específicas en el desarrollo y aprendizaje de las niñas y niños (CASEL, 2020; Clarke, Waddell y Fischer, 2020). 

Los niños han debido enfrentar la lejanía de sus amigos y figuras de apego en el ambiente escolar, la pérdida de sus ambientes y rutinas cotidianas, así como los apoyos psicosociales que muchas veces sólo reciben en ese espacio. Asimismo, el traslado del proceso educativo al hogar y por medios virtuales implica que el ambiente familiar y las condiciones materiales influyen en mayor medida en el aprendizaje y desarrollo. De este modo, las posibilidades de la educación de mediar las inequidades se ven limitadas. 

Por otro lado, aun cuando se cuentan con las condiciones adecuadas de participación de los nuevos espacios educativos, distintas organizaciones de salud han advertido que el aumento de uso de pantallas en niños tendrá repercusiones en los patrones de sueño, alimentación y desarrollo neurológico. Si a ello le añadimos los efectos a nivel socioemocional del distanciamiento social que disminuyen las interacciones con otros niños, el tiempo al aire libre o las actividades físicas, sin duda que los últimos meses han afectado el desarrollo en todas sus dimensiones. 

Tiene sentido en este contexto que en la reciente Consulta nacional sobre la situación de la primera infancia por crisis covid-19 (Moreno, 2020) se evidencie una gran preocupación por el impacto de esta pandemia en el desarrollo y aprendizaje de los niños. Aunque es muy difícil proyectar efectivamente cuánto será el impacto en términos de aprendizaje (Kuhfeld et al., 2020), sabemos que el impacto puede ser profundo y de largo plazo (Clarke, Waddell y Fischer, 2020).

Efectos de estrés y trauma en el desarrollo y aprendizaje: ¿Cómo se explica?

Si tuviéramos que elegir dos palabras clave para sintetizar el impacto de la pandemia serían estrés y trauma. Las niñas y niños están en duelo por la pérdida de sus vidas previo a la pandemia: la distancia física ha producido una distancia social y emocional que afecta especialmente en su capacidad de procesar estrés (CASEL, 21 agosto 2020). 

Mecanismos del estrés

El estrés es parte del proceso de desarrollo saludable ya que ayuda a promover resiliencia y adaptación. En cierto sentido, es una fuente de ‘fortaleza’. Sin embargo, esta posibilidad depende de los patrones en que ese estrés se da. Para que el estrés genere oportunidades de desarrollo este debe darse de forma predecible y controlada. Desde una perspectiva del aprendizaje es fácil entender que el desafío es parte de lo que permite que las niñas y niños desarrollen nuevas habilidades y conocimientos. También sabemos que para que ellos puedan responder a este desafío deben estar tranquilos y en un ambiente seguro. 

Ahora, cuando el estrés es prolongado, impredecible y extremo, este deja de actuar como promotor de desarrollo y se convierte en fuente de disfunción y vulnerabilidad. La activación y respuesta que el estrés produce en el cuerpo requiere energía física y emocional. Como consecuencia se produce agotamiento, fatiga, disminución de la capacidad de concentración y mayor irritabilidad. En el fondo, lo que sucede es que la relación entre el estrés producido por los desafíos y los estados emocionales internos se altera, y con ello, la reactividad aumenta. 

Como ya dijimos, el estrés es normal en cualquier situación de aprendizaje ya que este requiere siempre un cierto grado de alerta. Sin embargo, cuando se altera nuestro nivel de reactividad esas situaciones que generan un estado ‘normal’ de alerta, ahora ya no se pueden procesar igual e internamente se desencadena un estado de alarma e incluso miedo. 

Dados los múltiples estresores que por meses han afectado a niñas y niños, en muchos casos la regulación y manejo de estrés se ha visto alterado. Eso significa que la dosis de novedad o desafío que es capaz de gatillar malestar es mucho más baja de la que estamos acostumbradas a observar en ellos. Nuevamente aquí se evidencia la importancia de factores protectores tales como la predictibilidad, rutina, ejercicio físico, alimentación saludable, entre otros. Contar con estas estructuras permite a los niños modular el estrés y contar con una base más estable para procesar estos estados inusuales de malestar. Al mismo tiempo, niños marginalizados o en situaciones de vulnerabilidad, sin acceso a los recursos pedagógicos, comida, estimulación en el hogar, se ven más afectados por el estrés en su capacidad regulatoria. 

Estrés y aprendizaje

La crisis ha producido, como ya hemos mencionado, una disminución en la estructura cotidiana, alteración de la alimentación y sueño, aislamiento emocional y social, entre otros. Estos factores, independiente de cuan ‘neurotípico’ sea el desarrollo del niño(a), va afectar su capacidad de regulación. 

¿Por qué es esto importante? Para poder activar las áreas del cerebro asociadas a funciones ejecutivas, lenguaje y razonamiento, debemos activar primero áreas primarias de regulación emocional y afectiva. Por eso, si se ven afectados los procesos normales de regulación, el proceso en general de aprendizaje se ve alterado enviando finalmente más señales de estrés. Como ya podemos intuir, la desregulación y desorganización asociada a los efectos de la crisis sanitaria hace más difícil el aprendizaje. Una situación de aprendizaje que en condiciones normales generaría solo un nivel de alerta, hoy puede generar alarma. Los niños se encuentran hipervigilantes y poco atentos, muestran más comportamientos regresivos e incluso disruptivos como respuesta a estos patrones traumáticos de estrés. 

“Regular, vincular y razonar” plantea el investigador Bruce Perry. Tener en cuenta la secuencia en que opera el estrés es fundamental. No podemos en estas circunstancias suponer que los niños se encuentran en niveles saludables de regulación, por ello, es crítico ofrecer patrones de ajuste repetitivos que permitan regular. El ritmo, dosis y distancia entre los desafíos va a permitir que los niños puedan procesar de acuerdo a lo que su capacidad regulatoria actualmente les permite. Aquí la planificación de las transiciones entre actividades que demandan atención, estrés, desafío al diseñar las actividades del día es una gran estrategia que permitirá ofrecer alivio a la sensación de desorganización que enfrentan los niños producto de la pandemia y conducirá a momentos de aprendizaje más efectivos. 

En resumen, ¿qué podemos esperar?

Independiente de las condiciones en las que están viviendo las niñas y niños, este período de crisis asociado a la pandemia ha afectado sus sistemas regulatorios. El grado en que esto se manifiesta obedece a los factores de riesgo y factores protectores en los hogares, sin embargo, es probable que observemos ciertos patrones de conducta cuando volvamos a encontrarnos con ellos.

Ante las dificultades que tanto adultos como niños han debido enfrentar durante esta crisis, es importante no perder de vista que si bien es necesario comprender cuáles han sido las consecuencias de la crisis, el entusiasmo de los niños por conocer el mundo, hacer amigos y aprender está más vivo que nunca. Y en esas ganas por volver a encontrarnos están las energías y los recursos para re-conocernos, porque ni los niños ni nosotras somos los mismos.